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Puentes de Sevilla



Incluimos en HISTORIA los cinco preámbulos que Nicolás Salas ha escrito para el libro Los puentes sobre el Guadalquivir en Sevilla y que abarcan los siglos XII-XX. Este libro, realizado por quince doctores ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, ha sido editado en 1999 por la Demarcación de Andalucía Occidental del Colegio de Ingenieros C.C.P, y recoge el historial de los veinticuatro puentes de Sevilla, desde el de Barcas (1171) hasta el del V Centenario (1992)

   [Puede solicitarse el libro al citado Colegio, teléfono 954 64 31 88]


Siete siglos de Historia
La Sevilla del 98
Nuevo Renacimiento sevillano  
La Sevilla de la transición
La Sevilla del siglo XXI





Siete siglos de Historia

Durante seiscientos ochenta y un años, el puente de barcas sobre el Guadalquivir fue testigo de los más trascendentes acontecimientos históricos sevillanos, con tres épocas básicas durante los siglos XII, XIII y XVI-XVII. La apertura del puente de barcas en 1171 desarrolló la socioeconomía de Triana, el Aljarafe y la Sierra Norte de la provincia. El puente fue uno de los símbolos del período almohade y contemporáneo del acueducto de los Caños de Carmona, los jardines de la Buhayra y la torre-Giralda de la nueva Mezquita. Luego, durante la Sevilla Alfonsina (siglo XIII) y la Sevilla del Imperio (siglos XVI-XVII), volvió a ser testigo del orto y ocaso de la ciudad y su río.

El puente de barcas sobre el Guadalquivir ha sido testigo de casi siete siglos de historia de Sevilla, seiscientos ochenta y un años, desde 1171 hasta 1852. Un período de tiempo muy amplio y bien repleto de acontecimientos históricos básicos, comenzando por el esplendor de la ciudad árabe del imperio almohade (1147-1248) y terminando con la ciudad isabelina (1833-1868). Entre ambas épocas, contabilizamos seis grandes bloques históricos, todos ellos muy ricos en hechos decisivos para Sevilla y con influencia en el conjunto de la sociedad, marcando el urbanismo y la arquitectura, la demografía, la sociología, la economía, la cultura, la religión y la política. Dentro de este gran bloque histórico (1147-1868), hay dos épocas que marcaron el renacimiento sevillano, proyectando a la ciudad hacia el mundo occidental y elevando su influencia y fama hasta límites nunca igualados antes ni después. Estas dos épocas de máximo esplendor transcurrieron durante los siglos XIII y XVI-XVIII. En la primera fue el rey Alfonso X el Sabio (reinó entre 1252-1284) el principal protagonista del orto sevillano, y en la segunda fue fundamental la decisión de los Reyes Católicos de conceder a Sevilla la Casa de Contratación (1503), base de su emporio hasta 1717, cuando la Casa fue trasladada a Cádiz por el rey Felipe V. De manera que el privilegio sevillano de convertirse en "puerto y puerta de las Indias" (Lope de Vega), otorgado por los Reyes Católicos en 1503, fue mantenido por todos los monarcas de la Casa de Austria (1517-1700) y eliminado por el primer rey de la Casa de Borbón (1700-1746).

El primer bloque temporal de los seis antes citados (1147-1868) abarca toda la Baja Edad Media (siglos XII-XV), en la que podemos fijar como hechos históricos decisivos de la dominación musulmana, la construcción del primer puente de barcas (1171), y una serie de logros contemporáneos, como el acueducto de los Caños de Carmona, el palacio de la Buhayra, los alcázares y mezquitas, el gran alminar luego convertido en Giralda, la reconstrucción y ampliación de las murallas de la ciudad y del número de puertas y postigos heredados de los almorávides, las Torres del Oro (1220), de Abdelazis y de la Plata (ambas también del siglo XIII), de Don Fadrique (1250), etc. El tiempo cristiano lo inició la Reconquista (1248) de Fernando III y alcanzó esplendor excepcional durante el reinado de Alfonso X el Sabio. El broche de oro de la ciudad medieval fue el Descubrimiento de América (1492). Con la epopeya colombina coincide la Edad Moderna, que para Sevilla abre las puertas de los Siglos de Oro. Antes y después, dentro del período de Baja Edad Media, la ciudad se había enriquecido con establecimientos eclesiásticos como los conventos emblemáticos de San Clemente (siglo XIII) y de San Agustín (1372). Para valorar los cambios urbanos y arquitectónicos de las ciudades fernandina y alfonsina, en relación con el tiempo musulmán, puede seguirse la incorporación de edificios religiosos al patrimonio sevillano. La historia de la ciudad, su formación a través de los siglos, está "escrita" en el censo de conventos, iglesias y edificios civiles públicos. De ahí la importancia de conocer las épocas en que se incorporaron a la ciudad. La relación de iglesias de este período de la Baja Edad Media, es muy extenso, en gran parte construidas o adaptadas de antiguas mezquitas. Por ejemplo, los templos de Santa Ana, Omnium Sanctorum, San Juan de la Palma, Santa María la Blanca y San Gil, todos del siglo XIII. Durante la centuria siguiente, se incorporan los templos de San Lorenzo, Santa Marina, Santa Lucía, Santa Catalina, San Julián, San Román, San Pedro, San Esteban, San Isidoro, San Marcos y San Vicente, todos del siglo XIV. Otros edificios emblemático de esta época son el Hospital de los Viejos y el Palacio del Rey Don Pedro, ambos del siglo XIV, y este último localizado en el Real Alcázar (siglo IX). Del siglo XV, son la Cartuja de Santa María de las Cuevas (1400), el monasterio de Santa Paula, las iglesias de San Andrés y de San Martín, el convento de Santa Inés, la Casa del Rey Moro, el palacio de las Dueñas, y la Casa de Pilatos.

Como hitos de la "Ciudad del Quinientos" y contemporáneos del puente de barcas, podemos citar varias estancias de Cristóbal Colón en nuestra ciudad (1492), de regreso del primer viaje a Indias, y de preparación del segundo (1493) y del último viajes (1501). Las fundaciones de la Casa de Contratación (1503) y de la primera Universidad hispalense (1505), en el colegio de Santa María de Jesús creado por maese Rodrigo Fernández de Santaella. La terminación de la Catedral (1506), el establecimiento del Vía Crucis (1521) desde la Casa de Pilatos al templete de la Cruz del Campo (1482), considerado el primer antecedente de la posterior Semana Santa organizada por las Hermandades y Cofradías sevillanas. Asimismo, la boda de Carlos I con Isabel de Portugal en los Reales Alcázares (1526). Fue urbanizada la Alameda de Hércules (1574), y se trasladaron a la capilla Real de la Catedral los restos de Fernando III, Alfonso X el Sabio, Beatriz de Suabia, María de Padilla y los infantes Alonso y Pedro (1579). La estancia de Miguel de Cervantes se inició en 1587, registrándose su doble encarcelamiento en 1597 y 1602. Continuamos con la síntesis de edificios religiosos que modificaron la morfología urbana y que sirven de hitos para valorar mejor la evolución de la ciudad. Del siglo XVI proceden la capilla del Seminario de San Miguel (Puerta de Jerez); los conventos del Dulce Nombre, del Espíritu Santo, de Santa Rosalía, de Santa María la Real, de Los Remedios, de San Buenaventura, de Santa Isabel, de Santa Clara, de San Leandro, de Santa María de los Reyes, y de Madre de Dios, y los monasterios de San Jerónimo y de Santa María del Socorro. Del siglo XVII es el hospital de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (calle Sagasta). Las Atarazanas (1252), fundadas por Alfonso X el Sabio sobre los vestigios árabes, lo mismo que éstos hicieron sobre los primeros astilleros romanos, han llegado en parte hasta nuestros días reconvertidas en muy diferentes usos que los originales. En el siglo XVI, gran parte de las Atarazanas sirvieron para instalar la Casa de la Moneda, la Aduana (siglo XVIII), y el barranco del pescado. La Maestranza de Artillería (siglo XVIII) fue construida sobre restos de las Atarazanas, lo mismo que el Hospital de la Caridad y la iglesia de San Jorge. La actual Delegación de Hacienda se construyó en el lugar de la Aduana. Otras construcciones singulares datadas en el siglo XVI, son el Archivo de Protocolos (1559), el Hospital de las Cinco Llagas (1544-1601), iglesia de la Universidad (1565-1578), la Casa de Santa Teresa, el corral del Trompero, la Casa de los Pinelo, el Archivo General de Indias (1584-1598), el Ayuntamiento (1527-1564), el cuerpo cristiano de la Giralda (1560-1568), la Cárcel Real (1569-1585), la Casa de la Moneda, la Aduana (1585), el palacio de la condesa de Lebrija, la Audiencia (1595-1597), el cuartel del Carmen, el palacio Arzobispal, entre otros edificios emblemáticos civiles y religiosos.

Durante el siglo XVII comenzó en Sevilla el consumo de tabaco (1607), y en 1617 se celebraron fiestas extraordinarias por el logro de la bula papal en favor de la Inmaculada Concepción, y en 1631 por la beatificación de Fernando III. En 1649 la ciudad sufrió la terrible epidemia de peste que acabó casi con la mitad de los habitantes. Poco después, en 1652, en tiempos de hambre y carestía, se produjo la sangrienta revolución popular del Pendón Verde, en el barrio de la Feria. Comenzó la construcción del Hospital de Venerables Sacerdotes (1676) y del palacio de San Telmo (1682), de los conventos de San José (Las Teresas), de San Alberto, de los Descalzos, de los Terceros, y de Santa Ana. Las iglesias de San Benito, de Santa Cruz, de San Antonio de Padua, de la Santa Caridad, del Buen Suceso, de la Magdalena, del Salvador, de San José (capilla), de la O, y de San Luis. También son de esta centuria, el colegio de San Hermenegildo, el Museo de Bellas Artes, el Hospital del Pozo Santo, el palacio de Altamira, las tendillas de la plaza del Pan, la Casa de Mañara, el palacio de los Bucarelli. En 1697 fue fundada la Tertulia Médica que luego se convirtió en Regia Sociedad Médica Hispalense, origen de la actual Real Academia de Medicina. En resumen, puede valorarse la transcendencia que el siglo XVII tuvo en la configuración de la ciudad moderna teniendo el puente de barcas como testigo de la Historia.

Entre los más importantes acontecimientos contemporáneos sevillanos del puente de barcas durante el siglo XVIII, citamos la aclamación de Felipe V como rey (1700), el mismo que "hundió el emporio de Sevilla, en beneficio del puerto gaditano" (Teodoro Falcón Márquez), al trasladar a Cádiz la Casa de Contratación; la primera procesión de la Divina Pastora (1703); la epidemia de peste de 1709, que costó la vida a trece mil ciudadano; la bendición de la nueva Colegiata del Divino Salvador (1712); la ya citada pérdida de la Casa de Contratación en favor de Cádiz (1717); el traslado de los restos de San Fernando a la urna de plata (1729); la primera presencia de la Real Maestranza de Caballería en el Arenal (1730), con una plaza de toros rectangular de madera, convertida en redonda -primera de España- en 1733 y de fábrica iniciada en 1761 y terminada en 1881; la construcción de los Almacenes de Madera del Rey (1735); el derribo de los arcos de piedra que unían la Puerta de los Palos de la Catedral con el Palacio Arzobispal (1754); hubo un gran terromoto que destruyó parte de la ciudad y dio origen al monumento de la plaza del Triunfo (1755); primera "fonda" y primer "café" sevillanos (1758); primer plano topográfico de Sevilla mandado hacer por el Asistente Pablo de Olavide (1771); traslado de la Universidad desde la Puerta de Jerez a la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús, en la calle Laraña (1771); también la Santa Inquisición cambió de sede y se trasladó desde el castillo de San Jorge al Colegio de Becas, en la Alameda de Hércules (1785); construcción del cuartel de Caballería de la Puerta de la Carne (1788), luego de Intendencia y por último, sede de la Diputación Provincial (1995); y concluyó la centuria con otra terrible epidemia, esta vez de fiebre amarilla (1800). Entre los edificios singulares incorporados a la ciudad durante el siglo XVIII, están el mercado de la Feria (1719), la Casa de las Aguilas, el palacio de los marqueses de Villapanés, la Universidad (antigua Fábrica de Tabacos, 1728-1771), las iglesias de San Roque, de San Jacinto, de San Bernardo, de Santiago, de San Ildefonso, de San Bartolomé y de San Nicolás; el Hospital de San Lázaro, la casa de la antigua Diputación, el parador del Lucero, las casa-palacio del Infantado, de los marqueses de la Algaba, del Pumarejo, de los condes de Ybarra y del conde de Torrejón; los corrales del Conde y del Coliseo, la Casa de los Artistas, la Fundición de Artillería (1757-1762), el Museo de Arte Contemporáneo (1770) y la Real Maestranza de Artillería.

La presencia del puente de barcas durante los siglos XVI-XVIII, el tiempo más importante de la ciudad, su "edad de oro", la "Sevilla del Imperio" (Santiago Montoto), resulta significativa, pues la construcción de puentes de fábrica estaba muy extendida. Además hubo varios proyectos para sustituir al primitivo puente de barcas, sin éxito, hasta mediado el siglo XIX. Como hemos podido apreciar en las ya citadas relaciones de edificios civiles y eclesiásticos incorporados a la ciudad durante los siglos XIII-XVIII, las centurias XVI-XVII fueron las más decisivas en la formación del patrimonio ciudadano. La ciudad-puerto de Indias, "condicionaría a Sevilla desde el punto de vista urbanístico, ya que la ciudad se orientó hacia el río" (Teodoro Falcón Márquez), como prueban los diseños urbanos de la orilla izquierda del Guadalquivir, los edificios emblemáticos con fachadas proyectadas hacia el río, la incorporación del mármol en las construcciones suntuosas, la numerosa nómina de iglesias, conventos y monasterios que se alzan durante todo el siglo XVII y que están reflejados en el primer plano topográfico de 1771 (Pablo de Olavide). Fue un tiempo de portadas monumentales y también se reflejó el afán suntuario en la reforma y mejora de varias Puertas y Postigos de la ciudad, que pasaron a ser muestras del renacentismo, con aportaciones en gran parte de figuras como Hernán Ruiz y Benvenuto Tartello. Durante los siglos XVI-XVIII se publicaron las más completas vistas-planos de la ciudad, tomando el puerto de Indias como objetivo prioritario y realizadas desde la altura del Aljarafe. Durante estos siglos, "Sevilla es posiblemente una de las ciudades más iconografiadas del mundo" (María Dolores Cabra). Uno de los grabados básicos fue fechado en 1617 y marcó una panorámica y un contenido más avanzado que los dibujos anteriores. Esta vista de la ciudad fue editada por Ian Iansen en La Haya (1617) y son muy pocos los grabados originales que se conservan, quizás sólo tres, custodiados en la British Library de Londres, en la Bibliothéque Nationale de París, y en la Kungliga Biblioteket de Estocolmo. Este dibujo inició el conocido lema de "Quien no ha visto Sevilla no ha visto maravilla", de autor anónimo. De manera que el puente de barcas aparece en la iconografía básica de la ciudad, como elemento indispensable del río y su puerto, como símbolo de todas las épocas durante casi siete siglos, y desde luego durante los tiempos de esplendor de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), y de los Reyes Católicos y la Casa de Austria (siglos XVI-XVII).

Entre 1800 y 1852, último período de vida del puente de barcas, Sevilla registró hechos que fueron decisivos para su futuro ciudadano. La invasión francesa (1 febrero 1810-27 agosto 1812) tuvo múltiples consecuencias negativas y algunas positivas. Junto al expolio de obras de artes y la destrucción de edificios religiosos ocupados por las tropas francesas, debemos recordar los proyectos de mejoras urbanas, casi todos realizados muchos años después de abandonar la ciudad los invasores. Fueron los casos de las plazas de Santa Cruz, de la Magdalena, de la Encarnación y Nueva, frutos de los derribos de los conventos existentes en las citadas zonas urbanas. En 1814 se produjo la contrarrevolución absolutista, y en 1816 un fuerte temblor de tierra; en 1817, fue botado en el Guadalquivir el "Betis", primer buque de vapor; ese mismo año, fue establecida la Real Sociedad de Medicina; en 1819, la ciudad volvió a sufrir epidemia de fiebre amarilla; en 1820, fue inaugurado el primer mercado de abastos de la Encarnación, construido en madera, hasta que en 1833 se construyó de material y duró hasta 1973. En 1829 comenzaron los ensayos para cultivar tabaco y arroz en secano, y en 1830 fue creada la Escuela de Tauromaquia. Un hecho importante de esta primera mitad del siglo XIX, fue la creación de la provincia de Sevilla en octubre de 1833. Desde entonces, el antiguo reino de Sevilla fue dividido en las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva, además de los partidos judiciales de Fregenal, Campillos y Amtequera en las provincias de Badajoz y Málaga. En 1839 fue fundada por Carlos Pickman la fábrica de cerámica La Cartuja, en el convento expropiado de Santa María de las Cuevas. Al primer barco de vapor, el "Fernandino" o "Betis" (1817) se unieron el "Trajano" (1840) y el "Teodosio" (1841), y un año después el "Rápido", éste procedente de Londres. Otros hechos importantes de la primera mitad del siglo XIX, fueron: La Feria de Abril, proyectada como mercado ganadero por los concejales José María de Ibarra y Narciso Bonaplata (1846) y celebrada al año siguiente por primera vez; la fundación del teatro San Fernando (1847) y de la Pirotecnia Militar (1846); la constitución del Seminario Conciliar (1848), en el antiguo colegio de Santa María de Jesús; la llegada a nuestra ciudad de los duques de Montpensier (1848); las primeras gestiones sobre el ferrocarril (1847), materializadas en 1859 (línea de Córdoba) y 1860 (línea de Cádiz); la inauguración del cementerio de San Fernando (1853), el comienzo del alumbrado de gas, la instalación de fundiciones, etc., dieron al segundo tercio del siglo XIX un carácter de renacimiento socioeconómico y político que tuvo repercusiones trascendentes en la vida ciudadana y en el diseño urbano. La etapa del Asistente José Manuel de Arjona (1825-1833), fue excepcional y modificó positivamente gran parte de las zonas urbanas existentes junto a la orilla del río, entre la zona de la Barqueta y las Delicias, urbanizando parte del Arenal y creando los jardines de Eslava, de Cristina y de las Delicias, en el Sur de la ciudad. El patrimonio urbano y arquitectónico se enriqueció durante el siglo XIX, con un buen número de casas-palacios, mansiones señoriales como la de los condes de Palomares, del Cardenal, de los condes de Casa Galindo, de las Sirenas, el monasterio de las Salesas. De este siglo son un buen número de corrales, el cuartel de la Alameda, las estaciones ferroviarias de San Bernardo y plaza de Armas, el mercado del Barranco del pescado, los antiguos Juzgados, los Altos Colegios de la Macarena, la Casa Guardiola, el Costurero de la Reina. Los cuatro períodos políticos de los dos primeros tercios del siglo XIX, ya en plena Edad Contemporánea desde la Revolución Francesa (1789), coinciden con la última etapa del puente de barcas. Fueron los tiempos de la invasión francesa (1810-1812), de los liberales (1812-1814), de los fernandinos (1814-1833), y de los isabelinos (1833-1868). La Sevilla federal (1868-1898) ya no tendría como testigo de la historia al legendario puente de barcas iniciado en 1171.

Hemos dicho que las dos edades doradas de Sevilla fueron las de los siglos XIII y XVI-XVII, pero debemos añadir que el siglo XII también marcó un antes y un después de la ciudad como consecuencia de la construcción del primer puente de barcas, en 1171. En efecto, la gran visión administrativa del califa almohade Abu Yacub Yusuf modificó positivamente las estructuras socioeconómicas del arrabal de Triana, de gran parte de los pueblos del alfoz en la zona del Aljarafe y de la Sierra Norte de la provincia. Las producciones agrarias de las citadas zonas, de enorme riqueza, pudieron comercializarse en la capital gracias a las facilidades de transportes dadas por el nuevo puente de barcas. En muy apretada síntesis, este es el complemento documental del extenso período de vida del puente de barcas (1171-1852), seiscientos ochenta y un años de Historia de Sevilla.

©Nicolás Salas [1999]

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La Sevilla del 98



Terminado el ciclo del puente de barcas, después de seiscientos ochenta y un años, tres nuevos puentes se incorporaron al Guadalquivir: el de Isabel II, vulgo de Triana; el del ferrocarril Sevilla-Huelva, y la Pasadera del Agua, en el sitio de Chapina con servicio peatonal. La ciudad vivió durante el siglo XIX un nuevo orto y ocaso sociopolítico, provocado éste por el Desastre del 98 y sus antecedentes. Los tres nuevos puentes, coincidentes con la Sevilla Federal (1868-1898), impulsaron el desarrollo económico de la margen derecha del Guadalquivir y fueron contemporáneos del alumbrado de gas, de los tranvías de mulas, de la llegada de la electricidad (1894) y la fundación del Ateneo (1887).

Después de seiscientos ochenta y un años con el puente de barcas como único sistema firme de comunicación entre las dos orillas del Guadalquivir (1171-1852), durante la segunda mitad del siglo XIX la ciudad contó con tres puentes. El primero, llamado de Isabel II y conocido popularmente como de Triana, fue inaugurado el 21 de febrero de 1852. El segundo puente se llamó de Alfonso XII y tuvo carácter ferroviario para permitir el servicio de transportes entre Sevilla y Huelva, y fue inaugurado el 15 de marzo de 1880. Por último, se incorporó a la ciudad la Pasadera del Agua, popularmente conocida como de Chapina, con el doble uso de soporte de las tuberías de abastecimiento de agua y paso peatonal. Fue inaugurada el 23 de abril de 1898. Hasta aquí, los datos básicos que son ampliados en las correspondientes crónicas técnicas que aporta este libro a continuación. Nosotros nos limitamos a recuperar la memoria histórica de la Sevilla del 98, el ambiente decimonónico de la ciudad y su alfoz, en definitiva las circunstancias de tiempo y lugar que ayudan a conocer mejor la trascendencia que tuvieron los tres puentes citados en el desarrollo social y económico de la urbe y su entorno. Si el puente de barcas fue el impulsor de la vida de Triana, del alfoz en gran parte del Aljarafe y de la Sierra Norte de la provincia, el de Isabel II consolidó el sistema socioeconómico de toda la margen derecha del Guadalquivir, y el puente ferroviario hizo posible las comunicaciones con el resto del Suroeste de Andalucía y el Sur de Portugal. Por su parte, la Pasadera de Chapina acabó con el sistema de falúas que utilizaron preferentemente las obreras que iban diariamente a trabajar a la fábrica de loza y cerámica de la Cartuja y también a los numerosos almacenes de aceitunas trianeros, procedentes de los barrios de la Macarena y del Este de la ciudad. El sistema de falúas se mantuvo hasta el 18 de agosto de 1931, cuando fue inaugurado el puente de San Telmo, entre las zonas de la Torre del Oro y el puerto de Camaroneros, tema del que nos ocuparemos en el próximo capítulo. El puente de Isabel II coincide con el orto y el ocaso de una época básica de Sevilla, de renacimiento social, económico y cultural, después de un largo período de decadencia desde que en 1717 se trasladó la Casa de Contratación a Cádiz durante el reinado de Felipe V, primer monarca Borbón. Pero este tiempo de renacimiento sevillano, iniciado mediado los años cuarenta del siglo XIX, no pudo prosperar como consecuencia del llamado Desastre del 98, y sus antecedentes sociopolíticos, por lo que las grandes iniciativas socioeconómicas surgidas en la Sevilla Isabelina (1833-1868), quedaron frustradas por causas ajenas a la propia capital y su provincia. A la mencionada Sevilla Isabelina sucedió la Sevilla Federal (1868-1898), que no aportó ninguna posibilidad significativa al desarrollo de la capital y provincia, ni siquiera al mantenimiento de lo logrado durante la etapa anterior. De esta época podemos recuperar los afanes mercantiles que hicieron posible la Feria Bético-Extremeña, de contenido general agrario y sectores afines, celebrada en 1874 en los salones de los Reales Alcázares; la Feria ganadera de San Miguel, iniciada en 1875; algunas mejoras en la ría del Guadalquivir y la incorporación de nuevos empresarios vascos y catalanes en los sectores industrial y comercial. Las mismas circunstancias de renacimiento sevillano y frustración posterior por razones ajenas a la ciudad, motivadas por causas nacionales negativas, volvieron a producirse durante la primera mitad del siglo XX, como tendremos oportunidad de comentar en el próximo capítulo. En efecto, el renacimiento ciudadano impulsado por los afanes regeneracionistas (1898), liderados por Joaquín Costa y Francisco Cambó; la fundación del Ateneo (1887), por un grupo de catedráticos y profesionales liberales; y la larga gestación de la Exposición Iberoamericana (1909-1929), más los beneficios otorgados por la Dictadura de Primo de Rivera, como máximos exponentes de un tiempo nuevo y esperanzador para Sevilla, quedaron truncados por causas de la caída de la Monarquía alfonsina, la II República, la Guerra Civil de España y la posterior y larga postguerra.

Esta segunda mitad del siglo XIX, con sus altibajos socioeconómicos, coincide con la Sevilla costumbrista más difundida en el extranjero, la "ciudad de pandereta" que cautiva a los viajeros y artistas románticos de la época, y que con sus escritos y dibujos motivan leyendas más negativas que positivas, nunca contrarrestadas por la propia ciudad, que se inclinó siempre por el desinterés, por la indiferencia, sin importarle la fama externa. Teófilo Gautier, en su "Viaje por España" de mediado el siglo XIX, escribió un análisis bastante acertado sobre la idiosincrasia sevillana, afirmando: "...Sevilla tiene todo el rumor y movimiento de la vida. Le importa poco el "ayer", y menos aún el "mañana"; se entrega al día presente. El recuerdo y la esperanza son la ventura de los pueblos desdichados; Sevilla es feliz..." La imagen de Sevilla durante los Siglos de Oro y siguientes cautivó a un buen número de escritores hispanoamericanos, que le dedicaron obras excelentes. En paralelo la imagen gráfica sevillana y andaluza en general tuvo geniales intérpretes extranjeros.

Cuando Sevilla llega al comienzo del siglo XX, la suma de las últimas décadas define a una ciudad sin tiempo, anclada en el pasado. Entre los planos de Poley (1910) y de Olavide (1771), apenas si existen diferencias, salvo los ensanches urbanos interiores promovidos directa e indirectamente por la invasión francesa que impuso grandes plazas en lugares ocupados hasta entonces por conventos y manzanas de viviendas anexas. Son los casos significativos de los sectores de la Encarnación, Santa Cruz, Magdalena, San Fernando (Nueva) y Argüelles (Cristo de Burgos). Pero el perímetro urbano de la ciudad de 1900 era idéntico al del siglo XVIII, y lo mismo ocurría con la zona central, entre el Ayuntamiento y la Puerta de Jerez. En este emblemático sector, el trazado de la actual avenida no se completó hasta 1927-1928 y gracias a las ayudas de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. Extra murallas, en la frontera con las rondas, en 1900 existían los mismos arrabales históricos del primer plano topográfico de 1771: los Humeros, la Macarena, San Roque y la Calzada, San Bernardo, la Resolana (Arenal), la Carretería y el Baratillo, la Cestería y Triana, como en los Siglos de Oro. Todo lo demás eran huertas y cortijos. La ciudad de los puentes de Isabel II (Triana), de Alfonso XII y de la Pasadera del Agua (Chapina), entre 1852 y 1898, estaba dividida en diez distritos, con seiscientas dos calles, cincuenta y siete plazas y sesenta y una barreduelas. Tenía cuatro mercados de abastos -los de la Encarnación, Feria, Triana y San Agustín-, más el mercadillo del Postigo del Aceite. Además, había registradas más de doscientas tiendas mixtas de comestibles y bebidas, sin contar las tabernas, cafés y cervecerías que superaban los doscientos cincuenta establecimientos. Tan numeroso censo hostelero contrastaba con el reducido número de librerías e imprentas, apenas dos decenas. El panorama comercial de abastecimientos se completaba con numerosos mercadillos eventuales, la mayoría de ellos surgidos durante la segunda mitad del siglo XIX y contemporáneos de los tres puentes. Sólo dos mercados tenían antigüedad remota, el de la Alhóndiga, de origen árabe, que se mantuvo posiblemente hasta 1886; y el del Jueves, también de origen árabe y que aún se mantiene abierto en dos lugares, en la calle de la Feria los jueves, y en el paseo de la Alameda de Hércules los domingos. Luego hubo una larga nómina de mercadillos: del Rastro (1865-1930?), en la Puerta de la Carne durante la Pascua de Resurrección, dedicado a ganado lanar; de Caballerías (1865-1904?), en la Puerta Osario; del Aceite (1877?-1911); del Boquete (1876?-1912), cerca de la Puerta Osario, dedicado a la ropa usada; del Calzado Viejo (1870-1899?); del Barranco del Pescado (1884-1971); y otros de carácter unitario.

Sevilla alcanzó el siglo XX con la dramática realidad sanitaria de ser la tercera ciudad del mundo en mortalidad infantil, detrás de Bombay y Madrás, en la India. Era una ciudad casi sin alcantarillado, con pozos negros, con una reducida red de abastecimiento de agua dulce servida por la empresa inglesa "The Seville Water Works Company Limited", procedente de los Caños de Carmona, y numerosas fuentes públicas de agua filtrada del río Guadalquivir. La insalubridad pública se acentuaba los años de riadas, que eran muy frecuentes, y dieron motivos a enfermedades crónicas como la tuberculosis y el reuma. El gas era el sistema de alumbrado público desde 1846, con 5.458 puntos de luz, hasta la fundación de la Compañía Sevillana de Electricidad en 1894. Tenía ya la ciudad tres estatuas públicas. La primera, en la plaza del Museo, dedicada a Murillo (1864); la segunda, en la plaza de la Gavidia, en honor de Daoiz (1889), y la tercera en recuerdo de Velázquez (1892), en la plaza del Duque de la Victoria. Los transportes de mercancías y de personas eran realizados por diversos tipos de carruajes tirados por mulos y caballos. El primer automóvil matriculado en Sevilla, la placa SE-1, no llegó hasta el año 1905, un coche marca "Renault" a nombre de Vicente Turmo Romera. Desde 1887 existió un servicio de tranvías tirados por mulas, y eléctricos desde 1895. Sin duda, las mejores fuentes de información sociológica sobre las realidades ciudadanas, fueron y siguen siendo aún las obras del profesor Felipe Hauser, publicadas en 1882 y 1884. También son documentos básicos los textos presentados en los Juegos Florales del Ateneo, fundado en 1887 por el catalán Manuel Sales y Ferrer, sobre numerosos asuntos relacionados con el presente y futuro de la ciudad. Podemos afirmar que el Ateneo se convirtió desde sus primeros años en el crisol de voluntades a favor del renacimiento ciudadano. Este Ateneo de 1887, fue el que prevaleció en el siglo XX, de entre más de una decena de entidades culturales fundadas durante el último tercio del siglo XIX. Como continuación del movimiento cultural iniciado por los viajeros románticos y artistas acompañantes, la fotografía tuvo en Sevilla mucha trascendencia en la etapa final del siglo pasado. La ciudad se convirtió en la más iconografiada de España y fue tema predilecto para los editores de tarjetas postales. Numeros fotógrafos artistas vinieron a Sevilla y algunos quedaron aquí establecidos. La cultura sevillana registró durante finales del siglo XIX y primeros lustros de la actual centuria, un tiempo de esplendor, en un ambiente favorable. Hubo varias tertulias famosas, editores, libreros, escultores y pintores, poetas, escritores, periodistas, próceres con bibliotecas y pinacotecas abiertas al público. El espíritu regeneracionista del 98 caló hondo en Sevilla tanto en el círculo ateneísta como en otros foros culturales. Igual sucedió en el mundo religioso, coincidiendo en la Sevilla finisecular y principios del siglo XX, tres grandes figuras de la Iglesia hispalense: Sor Angela de la Cruz (1846-1932), Don Marcelo Spínola y Maestre (1835-1906), y el misionero jesuita Padre Francisco Tarín (1847-1910), los tres caminos de la canonización y tenidos por santos por el pueblo sevillano.

La economía sevillana capitalina y provincial, se enfrentó a la gran crisis de los años cuarenta del pasado siglo con imaginación y de la mano de gente foránea. José María Ibarra y Narciso Bonaplata, vasco el primero y catalán el segundo, llegaron a Sevilla como empresarios y muy pronto formaron en las filas liberales que ganaron puestos de decisión en el Ayuntamiento de 1846. Este mismo año propusieron y lograron, después de muchas vicisitudes provocadas desde el Madrid cortesano, que Isabel II aprobara una feria mercado para Sevilla, los días 18, 19 y 20 de abril de cada año, celebrándose la primera en 1847. Este fue el origen de la popular Feria abrileña. De esta época fueron el teatro San Fernando, con temporadas anuales de óperas, el Banco de Sevilla y la ferrería de El Pedroso. La procedencia foránea, incluso extranjera, del resurgir de la economía sevillana quedó reflejada en las varias guías mercantiles de la segunda mitad del siglo XIX. Los principales sectores de manufacturas industriales, de la agroindustria y del comercio, tuvieron apellidos de inmigrantes. Así sucede en las fundiciones de metales, en las corcho-taponeras, los almacenes de aceitunas, las fábricas de vidrios y cerámicas; también en los polveros, en las bodegas, fondas y restaurantes, en las tiendas de coloniales y de tejidos y confecciones, en la banca, en los consignatarios de buques, en las fábricas de pianos, etc., etc. Otro factor decisivo de desarrollo fue la actividad exportadora del puerto de Sevilla, aunque basada generalmente en el expolio de las riquezas mineras y agrarias, vendidas como materias primas sin manufacturar. La capital tenía 148.315 habitantes en 1900, y 555.256 en el total provincial. El fenómeno demográfico fue espectacular en las primeras décadas del siglo XX, como tendremos ocasión de exponer en el próximo capítulo, motivado por las grandes obras públicas y la Exposición Iberoamericana. En el censo oficial de viviendas de 1900, Sevilla capital tenía 11.774 casas, de las que 1.118 eran corrales de vecinos, la mayor parte de ellos localizados en la Macarena y Triana, aunque todos los barrios de la ciudad tenían numerosas casas colectivas de este tipo. Puede afirmarse que un tercio de la población sevillana residía en este tipo de viviendas, en su mayor parte procedentes de los siglos anteriores. Estos corrales reunían las mínimas condiciones exigibles para vivir. No tenían agua corriente y sólo disponían de uno o dos retretes por planta para varias decenas de vecinos. La mayor parte de los corrales que llegaron hasta los años treinta y cuarenta del siglo XX, ya fueron denunciados por el profesor Hauser en 1882 y 1884, como infrahumanos. El panorama desolador de la falta de viviendas populares lo completaban los suburbios que rodeaban la ciudad con un "cinturón de la miseria". La Sevilla del siglo XIX, iniciado con la invasión francesa y terminado con el Desastre del 98, fue rica en episodios históricos decisivos, que en la segunda mitad de la centuria fueron en gran parte protagonizados por el ducado de Montpensier.

©Nicolás Salas [1999]

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Nuevo Renacimiento sevillano

El tercer capítulo de la historia de los puentes de Sevilla abarca casi el primer medio siglo XX, entre los puentes de Alfonso XIII (1926) y del ferrocarril Sevilla-Huelva (1943). Otros tres nuevos puentes (de San Telmo, de San Juan de Aznalfarache y del Patrocinio), completaron las mejoras de las comunicaciones entre ambas orillas del Guadalquivir. En este período y con motivo de la larga gestación de la Exposición Iberoamericana (1909-1929), surgió un nuevo Renacimiento sevillano, que fue clave para la modernización de la ciudad y promoción de la cultural. Por desgracia, causas externas volvieron a frustrar la mejor oportunidad de recuperar el lugar nacional e histórico que correspondía a Sevilla.

Entramos en el ecuador del historial de los puentes de Sevilla, el capítulo tercero que abarca desde 1900 hasta el medio siglo. A los tres puentes construidos durante la segunda mitad del siglo XIX, se unieron cinco entre 1926 y 1943. De manera que este período tuvo positiva importancia en las comunicaciones entre ambas orillas del Guadalquivir, tanto en el cauce histórico como en el nuevo de la Vega de Triana. Además de los cinco puentes, se incorporó a la ciudad la corta de Alfonso XIII, vulgo de Tablada, que fue una de las más decisivas mejoras de la navegación fluvial y aportó además amplias zonas portuarias e industriales. La crónica técnica que sigue a este preámbulo informa con amplitud de los antecedentes y construcciones de los puentes de Alfonso XIII (1926), de San Telmo (1931), de San Juan de Aznalfarache (1933), del Patrocinio (1940), y del ferrocarril Sevilla-Huelva en la Vega de Triana (1943).

Entre 1900 y 1929, Sevilla vivió un nuevo Renacimiento ciudadano, cultural, social y económico, similar al registrado durante el segundo tercio de la centuria anterior. Y como sucedió entonces por culpa de las circunstancias nacionales adversas, también durante la primera mitad del siglo XX se frustraron las esperanzas de consolidar el despegue socioeconómico y se produjo una prolongada época de crisis. Puede afirmarse que, después de la ruptura de la etapa de progreso ciudadano potenciado por la Exposición Iberoamericana -motivada por la caída de la Monarquía alfonsina, la II República y la Guerra Civil de España-, la larga postguerra se extendió desde 1939 hasta bien entrados los años cincuenta. Fue el tiempo conocido como los "años del hambre", de extremas precariedades sociales y económicas que neutralizaron las múltiples iniciativas institucionales y empresariales surgidas durante los años diez y veinte del siglo. Hubo que esperar a los Planes de Desarrollo de mediados los años sesenta, para que la capital y provincia sevillanas comenzaran un nuevo ciclo de expansión. Pero este nuevo período socioeconómico corresponde al próximo capítulo, que abarca desde el puente del Generalísimo (1968) hasta principio de los años ochenta.

El Renacimiento sevillano del primer tercio del siglo XX, contemporáneo de los cinco nuevos puentes sobre el Guadalquivir y símbolos del espléndido desarrollo ciudadano paralelo a las mejoras del cauce fluvial, fue muy complejo, muy rico en acontecimientos, y la obligada síntesis de este preámbulo casi supone reducirlo a un apretado índice de asuntos que fueron trascendentales para Sevilla. En efecto, durante el primer tercio del siglo XX, Sevilla registró circunstancias que fueron fundamentales para su futuro. Vamos a tratar de ofrecer una síntesis que nos ayude a valorar justamente aquel tiempo, siguiendo un orden natural histórico; es decir, territorio, urbanismo y arquitectura; población y demografía; sociedad y costumbres; economía; administraciones públicas; cultura y espiritualidad. Ya hemos citado en el capítulo anterior, que Sevilla entró cronológicamente en el siglo XX, pero sin dejar de ser una "ciudad sin tiempo" anclada en la centuria anterior. El plano de Poley (1910) representa la mejor demostración del estatismo territorial y urbano, en una ciudad con sólo 148.315 habitantes, más cerca del siglo XVIII (plano de Olavide, 1771) que de las realidades sociológicas de las décadas siguientes (1910-1930). La explosión demográfica de las décadas segunda y tercera del siglo, marcaron un tiempo nuevo. Entre 1911 y 1920, la provincia sevillana registró un saldo migratorio positivo de 71.232 personas, en su inmensa mayoría gravitando sobre la capital y su comarca. En cifras absolutas, el censo provincial creció en 112.676 personas entre 1911 y 1920. Luego, en la siguiente década, el censo provincial aumentó en 93.545 habitantes entre 1921-1930. El fenómeno demográfico antes citado tuvo su origen en la enorme expectación despertada por el Renacimiento sevillano con motivo de iniciarse grandes obras de infraestructuras, principalmente la corta de Tablada (1906-1926); la dársena de la Vega de Triana para liberar el antiguo cauce de Los Gordales; los cinco puentes antes citados; los pasos elevados de San Bernardo (1924), Luis Montoto (1931) y de la Enramadilla (1942?); los numerosos pabellones para la Exposición Iberoamericana; las plazas y ensanches urbanos proyectados desde el pasado siglo, más el auge de la construcción protagonizada por las arquitecturas del "modernismo" (1900-1915) y del "regionalismo sevillano" (1900-1935). Dentro del período de relanzamiento de la ciudad, debemos fijar una etapa clave, protagonizada por la Dictadura de Primo de Rivera, que para Sevilla comenzó en 1925 y terminó en 1929.

El proyecto de Exposición Hispano-Americana (Iberoamericana desde 1922) tuvo una larga gestación, iniciada en 1908 con la Exposición "España en Sevilla", aprobada en 1909 y afectada a continuación por una compleja serie de contratiempos hasta 1925, con varios aplazamientos del calendario de apertura. El tribunal del tiempo nos permite afirmar, que sin el apoyo decisivo del rey Alfonso XIII y la actuación administrativa y política de Miguel Primo de Rivera, hubiera sido imposible llevar a feliz término la Exposición Iberoamericana. Desde 1925 en adelante, la ciudad comenzó a ver hechas realidades obras de infraestructuras hasta entonces paralizadas o aún en proyectos. A las obras de ensanches de los años diez y primeros veinte, en la Campana, Martín Villa, Mateos Gago, Cánovas del Castillo y Fernández y González, se unieron las obras que crearon la actual avenida de la Constitución. Lo que desde mediado el siglo XIX y aprobado definitivamente en 1906, parecía un sueño, fue realizado en los años 1927 y 1928. En efecto, los ensanches de Santo Tomás, Maese Rodrigo y Puerta de Jerez, configuraron una nueva ciudad y terminaron con la imagen urbana del siglo XVIII. Los derribos del antiguo convento de Santo Tomás y manzanas de casas anexas, prolongaron la calle Gran Capitán hasta enlazar con la nueva calle Reina Mercedes, dando lugar a la gran explanada delantera del Archivo General de Indias. Y los derribos de las varias manzanas de edificios que taponaban el acceso hasta la Puerta de Jerez, incluido gran parte del Colegio de Santa María de Jesús (primera Universidad, 1505-1771), dieron forma a la actual avenida. Luego, nuevos derribos de manzanas de casas que formaban la calle Maese Rodrigo hasta enlazar con las calles San Fernando, Jerez y Almirante Lobo, configuraron la actual plaza de Puerta de Jerez. Es decir, en dos años, con la ayuda de la Dictadura de Primo de Rivera, Sevilla logró hacer realidad sueños ancestrales. El nuevo urbanismo sevillano, logrado con los ensanches y las aportaciones de zonas verdes procedentes del patrimonio de los duques de Montpensier (Parque de María Luisa y Jardines de San Telmo), unidos a los logros del Asistente Arjona en el primer tercio del siglo XIX (Jardines de las Delicias y de Cristina), dieron a la ciudad el diseño actual. Los complementos arquitectónicos fueron frutos de la Exposición Iberoamericana, como las monumentales plazas de España y de América, las decenas de pabellones de los países participantes y nacionales, la avenida Reina Victoria, el Hotel Alfonso XIII, más las nuevas edificaciones regionalistas que crearon un estilo sevillano y marcaron una época de esplendor. La pléyade de arquitectos artistas entre 1900 y 1936, representados aún por numerosos edificios en calles y plazas locales, forman un cuerpo de doctrina urbana único en la historia de Sevilla. Por desgracia, una parte importante de aquel legado de las arquitecturas del "modernismo" y del "regionalismo sevillano", se ha perdido irremisiblemente durante los años cincuenta y sesenta de nuestra centuria, por culpa de la permisividad administrativa en el derribo de antiguos edificios. Símbolos negativos de aquellos años de insensibilidades urbanas, fueron las desaparecidas casas palacios de las plazas del Duque de la Victoria y de la Magdalena. El cambio del perímetro territorial de la ciudad fue motivado por las nuevas barriadas surgidas con motivo de la Exposición Iberoamericana, más el desarrollo de las ya existentes como arrabales. En el primer caso están los nuevo núcleos de Ciudad Jardín, Nervión, Porvenir, Cerro del Aguila, Heliópolis, España y otros de menor entidad entre la Macarena y Miraflores. También San Bernardo, la Calzada y Triana ampliaron sus callejeros.

En paralelo al urbanismo y patrimonio residencial, la Exposición Iberoamericana influyó en los demás aspectos de la vida local. Como escribimos en el capítulo anterior, el Ateneo se convirtió en el principal foro de debates de ideas sobre la nueva ciudad. De la Docta Casa surgieron proyectos de hoteles, de escuelas, de artes y oficios, de todo, en fin, cuando tuviera trascendencia ciudadana. Los directivos y socios ateneístas crearon aulas ambulantes para llevar la cultura a los corrales de vecinos. En 1918 fundaron la cabalgata de Reyes Magos, símbolo de amor a la infancia. Y en 1913-1915 forjaron las bases del moderno andalucismo, convocando a todos los intelectuales bajo el lema de "Ideal Andaluz". El periodismo vivió también una época excepcional con diarios heredados del siglo XIX, como "El Correo de Andalucía" y "El Liberal", que fueron portavoces de las inquietudes y logros ciudadanos. Otra consecuencia de la Exposición Iberoamericana fue la fundación del "ABC" sevillano, sueño de Torcuato Luca de Tena que hizo realidad su hijo Juan Ignacio en 1929. Soporte cultural de aquel tiempo regeneracionista fueron las revista "Bética" (1913-1917) y "Mediodía" (1926-1930), que coincidieron con otras importantes publicaciones representativas de movimientos culturales de vanguardia. Escultura y pintura, poesía y narrativa, música, enseñanza, oficios artísticos, resurgieron con fuerza. Sevilla fue la capital de la llamada "Generación del 27". Sevilla fue también la cuna del toreo durante la "Edad de Oro de la Tauromaquia", con José Gómez Ortega "Gallito" y Juan Belmonte como figuras excepcionales, irrepetibles, después de la trágica muerte de Manuel García "El Espartero" (1894), iniciador de la "Generación Taurina del 98" que terminó en 1913 con la alternativa de Juan Belmonte, según el maestro "Azorín". El fútbol se inició con el Sevilla F.C., en 1905, seguido en 1907 por los clubes Sevilla Balompié y Betis, que luego dieron forma al Real Betis Balompié. También 1905 fue el año terrible de la última hambruna de Occidente, sufrida por gran parte de la provincia sevillana. La religión de la época tuvo el privilegio de contar con tres personajes excepcionales, santos para el pueblo, como fueron Sor Angela de la Cruz (1846-1932), el arzobispo Marcelo Spínola (1835-1906) y el misionero jesuita Francisco Tarín (1847-1910). Para la Semana Santa comenzó una época de reorganizaciones corporativas y cambios estéticos, iniciado con el nuevo canon del "paso" de palio de la Virgen de la Esperanza Macarena, en 1908, de Rodríguez Ojeda. Durante este tiempo que comentamos, contemporáneo a los cinco puentes construidos en la primera mitad de la actual centuria, la Semana Santa se enriqueció con grandes obras de artes del bordado, la orfebrería, la ebanistería y dorado, la música procesional y la imaginería. Las Hermandades y Cofradías no fueron ajenas al Renacimiento sevillano del primer tercio del siglo XX, y además sufrieron la dramática prueba de una cruel persecución religiosa durante la II República. Fueron las Hermandades y Cofradías las que dieron más testimonios de adhesiones públicas a la Iglesia en aquellos años difíciles. Primero durante 1931, con motivo de los debates y aprobación de la Constitución republicana, de evidente signo anticlerical; después cuando las suspensiones de los desfiles procesionales en las Semanas Santas de 1932 y 1933, para terminar con la persecución abierta en los meses de la "Primavera Trágica" de 1936.

Como ya hemos adelantado en varias ocasiones, también el Renacimiento sevillano del primer tercio del siglo XX terminó fracasando por causas nacionales y ajenas a la propia sociedad local, como sucedió en los siglos XVIII y XIX. La Exposición Iberoamericana, con su largo período de gestación (1909-1929), motivó múltiples frentes de actuaciones urbanas, culturales y administrativas, con objetivos renovadores de la vida local y provincial. La ciudad había entrado en la nueva centuria con una pesada carga negativa heredada del siglo XIX, culminada con las consecuencias sociopolíticas del Desastre del 98, las pérdidas de Cuba y las Filipinas, más las sangrientas y costosas guerras africanas. Pero hubo un afán superador de las adversidades y una confianza plena en las propias posibilidades de Sevilla como metrópolis; unas esperanzas ciudadanas que casi alcanzaron los frutos deseados con la celebración de la Exposición Iberoamericana en 1929-1930. Desgraciadamente, la caída del reinado de Alfonso XIII, que tanto bien hizo por Sevilla durante la etapa dictatorial del general Primo de Rivera; la proclamación de la II República y la crisis socioeconómica que provocó el desorden social que tantos daños causó en la capital y gran parte de la provincia, hasta el punto de ser conocida en el resto de España como "Sevilla la Roja" y sumar dieciséis gobernadores civiles en cinco años y tres meses de Régimen republicano; con el colofón de la Guerra Civil, más la larga y penosa postguerra, fueron determinantes para la ruptura del Renacimiento nacido en los primeros lustros del siglo XX. Sevilla, una vez más y por razones externas, perdió la oportunidad de progreso y bienestar tan ansiados. Nicolás Salas [1999]

©Nicolás Salas [1999]

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La Sevilla de la transición

El penúltimo capítulo de la historia de los puentes de Sevilla, que abarca desde 1968 hasta 1982, es uno de los más ricos en acontecimientos decisivos para la ciudad y para España. La transición política del Régimen del general Franco (1936-1975) a la democracia, fue protagonizada por todas las fuerzas políticas más o menos clandestinas en un tiempo de tardofranquismo, de actividades antifranquistas, en las que Sevilla cambió de piel urbana y residencial, sufrió la escasez de viviendas sociales, junto a cincuenta y tres suburbios y veinticinco refugios. Además, la ciudad se enfrentó a veinte años perdidos por el proyecto de Canal Sevilla- Bonanza y a la tragedia provocada por el Tamarguillo.

El cuarto período en que hemos dividido la historia de los puentes de Sevilla tiene dos partes y un largo antecedente. En primer lugar, como ya indicamos en el capítulo anterior, durante la primera mitad del siglo XX se construyeron cinco puentes, entre 1926 y 1943. De estos cinco puentes, los tres primeros, los de Alfonso XIII (1926), de San Telmo (1931) y de San Juan de Aznalfarache (1933), fueron proyectados y realizados por el Ministerio de Fomento de la Dictadura de Primo de Rivera, dirigido por el conde de Guadalhorce, aunque los dos últimos se terminaron e inauguraron en los primeros tiempos del Régimen republicano. Luego, poco después de terminada la Guerra Civil de España, fueron realizados por el nuevo Régimen del general Franco otros dos puentes proyectados también en tiempos anteriores a la II República, pero pendientes de realizar por diversas causas. Estos puentes fueron el del Patrocinio (1940) y el del ferrocarril Sevilla-Huelva (1943), ambos sobre el nuevo cauce de la Vega de Triana e incluidos en el Plan General de Obras de Delgado Brackembury (1927). Después se produjo un largo período de inactividad en materia de puentes sobre el Guadalquivir, pese al incremento de las necesidades de comunicación entre ambas orillas por efectos de la expansión urbana de Triana y los pueblos del Aljarafe, sobre todo en el alfoz cercano, convertido en "ciudad dormitorio" por la enorme escasez de viviendas sociales en la capital. De manera que entre 1943 y 1968, no se construyeron nuevos puentes. En el último año citado se inauguró el llamado Nuevo o del Generalísimo, construido entre las zonas cercanas al parque de María Luisa y la Fábrica de Tabacos. Y luego se produjo otra larga etapa sin nuevos puentes hasta 1981 (del Rey Juan Carlos I), éste en el nuevo cauce de la Vega de Triana. También en este tiempo se añadió un puente de hierro gemelo al del Patrocinio, en 1971, como consecuencia del desdoblamiento de los accesos de la carretera de Huelva, en parte ya convertida en autovía desde el sector de La Pañoleta. Así que, valorando como antecedente la etapa entre 1943-1968, y como primera parte la transcurrida entre 1968-1981 (puentes del Generalísimo y de Juan Carlos I), la segunda parte de este cuarto período corresponde a los años 1981-1989. Sin embargo, debemos subrayar que los tres puentes incorporados en esta segunda etapa fueron todos inaugurados en 1981-1982. Nos referimos, como podrán conocer en las crónicas técnicas que siguen a nuestro preámbulo, a los puentes sobre la carretera Sevilla-Huelva-Extremadura y del ferrocarril Sevilla-Huelva, y también al acueducto de Emasesa, los tres sobre el nuevo cauce de la Corta de la Cartuja.

Entre 1968 y 1982, Sevilla vivió primero el tardofranquismo y después la transición política del antiguo Régimen del general Franco (1936-1975) a la democracia del Rey Juan Carlos I. Tiempos muy complejos en los que Sevilla jugó papeles importantes como consecuencia de una serie de hechos que vamos a recordar en apretada síntesis. La proyección (1956) y construcción del puente del Generalísimo (1968) culminó un largo período de inactividad gubernamental en grandes obras públicas localizadas en Sevilla. El cambio de signo de los poderes centrales con nuestra capital y provincia, se produjo a finales de 1961 como consecuencia de la catástrofe provocada por la rotura de las defensas provisionales del arroyo Tamarguillo. Esta tragedia sevillana fue causa indirecta de una época de modernización de la ciudad. Una época que podemos fijar entre finales de 1961 y el verano de 1978, casi un año después de la clausura de La Corchuela como último refugio de gentes sin viviendas. Entre 1953 y 1973, los sevillanos siguieron expectantes la aventura del proyectado Canal de Navegación Sevilla-Bonanza, que al final no se realizó por varias y complejas causas. Un nuevo proyecto reformado para aprovechar la cabecera del primitivo canal como Polígono Industrial, tampoco se ejecutó.

Mientras tanto, sucedió la antes citada catástrofe provocada por el Tamarguillo, a finales de 1961. En efecto, el desbordamiento del arroyo, cuyas obras de defensa llevaban muchos años paralizadas en la Administración Central, puso de manifiesto las realidades sociales y económicas sevillanas, que venían acumulando crisis tras crisis desde la terminación de la Guerra Civil de España. La situación socioeconómica sevillana entre 1940 y 1961, fue la de menor actividad general y de mayor empobrecimiento, salvo algunas actuaciones aisladas, como las protagonizadas por las empresas Saca, Hytasa, Casa, Hispano Aviación, Astilleros y poco más, con actividades controladas por los grandes poderes financieros e industriales de Cataluña, País Vasco y Madrid. Además, durante el período 1950-1975, se produjo la mayor emigración sevillana hacia la España septentrional y la Europa del Mercado Común. Comarcas como la Sierra Norte casi se despoblaron y en general toda la provincia sufrió los efectos de una emigración salvaje que supuso una "revolución silenciosa", evitando el estallido social y aportando divisas con las remesas enviadas a España desde el extranjero. Sevilla y su provincia, que fueron claves para el éxito inicial del Alzamiento Militar del 18 de Julio de 1936, y luego durante los años de guerra en factores básicos como el suministro de proyectiles, aviación, transportes ferroviarios, economía, hombres, etc., se encontró en 1940 con el desmantelamiento de la industria militar, la intervención del sector agrario y el comercio exterior, y una nueva economía industrial que convirtió en obsoletas sus antiguas fundiciones de metales, almacenes de aceitunas, manufacturas del corcho, etc. Hasta mediados los años sesenta, con el primer Plan de Desarrollo Económico y Social (1964-1967), que incluyó un Polo Industrial para Sevilla, no comenzaron las tareas de reactivación industrial. Pero fueron lentas e insuficientes, pues la falta de polígonos urbanos industriales dificultó la creación de empresas, en favor de las mercantiles y de servicios. Las pocas empresas industriales que fueron creadas con el apoyo oficial del Polo Industrial apenas si amortiguaron el cierre de las antiguas.

Durante 1961-1978, Sevilla libró la "batalla de la vivienda" y se produjo el "cambio de piel" de la ciudad en la zona del casco histórico, al mismo tiempo que se extendió la zona urbana por lugares hasta entonces ocupados por huertas, haciendas y cortijos. Del barrio clásico se pasó a la barriada moderna; de los corrales de vecinos infrahumanos a los pisos sociales dignos. Pero el transvase humano produjo efectos positivos junto a otros negativos, como la diáspora demográfica incontrolada, el desarraigo social y la ruptura generacional. Para poder comprender lo ocurrido en Sevilla y su alfoz durante 1961-1978, hay que situarse en las especiales circunstancias de tiempo y lugar de aquella época, en la que hubo cincuenta y tres suburbios infectos, veinticinco refugios infrahumanos y más de ciento cincuenta mil personas afectadas... Más las víctimas de los hundimientos de casas ruinosas, familias rotas, subarriendos abusivos, carestía de la vivienda, niños sin escuelas, falta de transportes urbanos, antiguas y modernas barriadas clandestinas sin los mínimos servicios exigibles, y un largo etcétera de consecuencias sociales invisibles que causaron enormes daños a la población en sus capas más modestas. La coincidencia del tardofranquismo con una ciudad y provincia afectadas por problemas tan graves como los que hemos enunciado más arriba, propició un "estado latente de conflictividad social" muy generalizado, que tuvo reflejo tanto en el mundo laboral como en el universitario. De manera que el nombre de Sevilla ocupó los titulares de primeras páginas de los periódicos nacionales tanto por ser la única capital de España con refugios para gentes sin viviendas, como por sus numerosos conflictos laborales y constantes desafíos a las autoridades. Tanto es así, que el diario madrileño "Informaciones", incluyó en su primera página el siguiente título: "En Sevilla, cada día su huelguilla..." Grandes empresas públicas, como Hispano Aviación, Construcciones Aeronáuticas y Astilleros Españoles, fueron noticias nacionales por sus conflictos laborales, apoyados por grupos de estudiantes universitarios. En paralelo a los conflictos laborales y sociales, en Sevilla se desarrollaron una serie de actividades subrepticias de fuerzas políticas conservadoras que deseaban la democratización del Régimen. Entre 1968 y 1982, coincidieron el tardofranquismo, los intentos de relanzamientos económicos industriales, la batalla de la vivienda (1961-1978), una serie de sucesos trágicos que enlutaron los años sesenta, la vergüenza de los suburbios y refugios infrahumanos que escandalizaron a España, la ruina del caserío antiguo y las víctimas de los hundimientos, la creación de la nueva ciudad de barriadas, decenas de miles de niños sin escolarizar, el final del franquismo, y el comienzo del reinado de Don Juan Carlos de Borbón, con una larga etapa de transición política en la que varios políticos sevillanos tuvieron destacado protagonismo.

Como hemos podido comprobar, cada tramo de la historia de los puentes de Sevilla ha tenido especiales características que fueron decisivas para el futuro de la ciudad y su entorno geográfico. Este cuarto período que comentamos en nuestro preámbulo, fue contemporáneo de un cambio de Régimen político. Desde 1981-1982, tiempo de cuatro nuevos puentes que fueron fundamentales para acoger los aumentos del tráfico por carretera y ferroviario registrados desde finales de la década anterior, así como las crecientes necesidades de abastecimientos de agua, hasta 1989, no hubo nuevos puentes sobre el Guadalquivir en el cauce histórico ni en el nuevo de la Vega de Triana. No obstante, en 1989 se inició la "Edad de Oro" de los puentes de Sevilla, con la construcción de nada menos que nueve y uno de ellos con anexo ferroviario. Debemos recordar que estos nueve puentes sobre el Guadalquivir se inauguraron entre 1989 y 1992 y formaron parte de las grandes obras públicas de infraestructuras realizadas con motivo de la Exposición Universal de 1992. Desde entonces puede afirmarse que Sevilla entró en el siglo XXI.

©Nicolás Salas [1999]

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La Sevilla del siglo XXI

Si Sevilla pudo entrar en el siglo XX gracias a la Exposición Iberoamericana de 1929, ahora puede decirse que la Exposición Universal de 1992 la ha situado en el umbral del Tercer Milenio. Y los puentes sobre el río Guadalquivir son el mejor exponente de la gran evolución registrada por la ciudad y su área metropolitana entre los años 1987-1992. Los nueve puentes construidos en un solo lustro, superan todas las épocas históricas desde el primitivo puente de barcas. Más aún, la Expo-92 ha permitido el reencuentro de la ciudad con el Guadalquivir y la ruptura del cerco ferroviario que impedía su normal expansión urbana. Ahora Sevilla vive un nuevo tiempo de Renacimiento, de esperanza, similar a los años veinte.

Llegamos al final de la historia de los puentes de Sevilla. Este último preámbulo a la crónica técnica de los nueve puentes incorporados a la ciudad entre 1989-1992, recupera una apretada síntesis de la memoria histórica sevillana y su área metropolitana durante el último tramo del siglo XX. Deseamos subrayar la trascendencia socioeconómica de los nueve puentes, uno de ellos doble para el ferrocarril del puerto, proyectados y construidos en un tiempo récord, marcando un registro sin precedentes en la historia de Sevilla y de España. En efecto, desde 1171 hasta 1992, en Sevilla se han construido once puentes sobre el cauce histórico del Guadalquivir; siete, sobre los cauces nuevos de las cortas de la Vega de Triana y de la Cartuja; tres acueductos, uno de ellos con pasarela peatonal; y cuatro para tráfico ferroviario. En total, veinticinco puentes en un período de ochocientos veintidós años. De los veinticinco puentes citados, han desaparecido siete: de barcas (1171-1852), de Alfonso XII (1880-1959), de Chapina (1898-1959), del Patrocinio (dos) (1940-1971-1991), del ferrocarril (1943-1991) y de Alfonso XIII (1926-1998), este último pendiente de reinstalar en el cauce histórico en zona cercana a San Jerónimo. Y quedan dieciocho en servicio: de Isabel II (Triana)(1852), de San Telmo (1931), de San Juan de Aznalfarache (1933), del Generalísimo (1968), del Rey Juan Carlos I (1981), de la carretera Sevilla-Huelva-Extremadura (Patrocinio) (1982), del ferrocarril Sevilla-Huelva (1982), dos acueductos de Emasesa (1982), de la Barqueta (1989), de la Cartuja (1991), del ferrocarril Sevilla-Huelva (1991), de la Reina Sofía (1991), del Cristo de la Expiración (1991), de Las Delicias (doble para el ferrocarril del puerto)(1991), del V Centenario (1991), del Alamillo (1992) y de San Lázaro (Itálica)(1992). Siguiendo el calendario de construcción de cada grupo de puentes, puede comprobarse la trascendencia que para Sevilla y su sistema de comunicaciones urbanas y metropolitanas, ha tenido la Exposición Universal de 1992. Un digno colofón a ochocientos veintidós años de historia de los puentes sobre el río Guadalquivir (1171-1992).

Conocer en apretada síntesis los ciclos socioeconómicos sevillanos del siglo XX, que dividimos en seis grandes épocas, nos ayudará a valorar las perspectivas que ofrece la Sevilla del próximo siglo. Durante el primer ciclo, entre 1900 y 1930, fue cuando se gestó el Renacimiento en todos los aspectos urbanos, arquitectónicos, culturales y sociales, motivado por la preparación de la Exposición Iberoamericana que situó a la ciudad en el siglo XX con dos décadas de retraso. Este primer tercio de la actual centuria, incluyendo el último lustro de la anterior, fue clave para la ruptura de Sevilla con el pasado crítico que terminó con el Desastre del 98. Por desgracia, como ya hemos escrito en anteriores capítulos, el Renacimiento ciudadano de los años diez y veinte quedó truncado por los dramáticos y trágicos acontecimientos sufridos por Sevilla durante la II República y la Guerra Civil de España. Entre 1931 y 1939, es decir, la antes citada época republicana y bélica. Los efectos positivos acumulados por la Exposición Iberoamericana, quedaron superados unos y marginados otros por la pérdida de la paz social y la falta de apoyos por parte de la Administración Central. La conflictividad social durante los años republicanos, tanto en la capital como en la provincia, impidieron todo tipo de inversiones privadas. Esta circunstancia, unida a la ruina de los erarios municipal y nacional, más las cargas sociales generadas por la Exposición, convirtieron a Sevilla en un infierno. Decenas de miles de personas quedaron sin trabajo ni ayudas sociales, malviviendo en corrales de vecinos o refugiadas en los suburbios que formaron un dramático e infrahumano "cinturón de la miseria". Entre 1939 y 1961, los sevillanos sufrieron los efectos de la postguerra. Sin duda alguna es el período más estéril de la socioeconomía local y provincial. Los "años del hambre", las frecuentes riadas provocadas por el Guadalquivir, el Guadaira y el Tamarguillo; el desmantelamiento de la industria militar y la pérdida de competitividad de los sectores de manufacturas industriales y agroindustriales, acabaron por arruinar los últimos vestigios supervivientes del Renacimiento de los años diez y veinte. Entre 1961 y 1977, el punto de referencia básica fue la catástrofe provocada por el arroyo Tamarguillo. Entre los años citados, la ciudad registró una impensable metamorfosis, obligada por los acontecimientos. La ciudad "cambió de piel" y de una vida urbana fijada en los barrios históricos, pasó en tiempo récord a situarse en las nuevas barriadas, que por decenas fueron construidas en muy pocos años con la ayuda excepcional del Estado. Durante este período, la socioeconomía sevillana fue ayudada, aunque con limitaciones, por el Polo de Desarrollo Industrial, pero el sector verdaderamente en auge fue el de la construcción, que dio vida a los sectores afines y al comercio, coincidiendo con los años de bonanza económica motivados por el Plan de Estabilización de 1959, el turismo internacional basado en el sol, las playas y unos precios agrarios intervenidos por el Estado, y las remesas de divisas de los emigrantes. Durante 1961-1970 se produjo un hecho sin precedentes en la demografía provincial sevillana, como fue el saldo migratorio negativo de 114.393 habitantes. Incluso la capital perdió población. Entre 1977 y 1982, la capital y provincia sevillanas registraron los efectos negativos de la crisis económica mundial iniciada en 1974 con los nuevos precios al alza del petróleo y las consecuencias nacionales de la transición política, que disminuyeron las inversiones privadas y casi paralizaron las públicas. Durante estos años se paralizó la construcción de nuevas viviendas sociales, terminándose sólo las que estaban iniciadas entre 1977-1978. Entre 1982 y 1992, por último, la socioeconomía sevillana registró los efectos positivos de la Exposición Universal y sus efectos inducidos. Inversiones públicas por decenas de miles de millones y privadas también multimillonarias, modificaron la ciudad y la colocaron en materia de infraestructuras a las puertas del siglo XXI. Una vez finalizada la Expo-92 y como consecuencia natural de la paralización de las inversiones, entre 1993 y 1995 se produjo una crisis muy acentuada. Luego, desde 1996 en adelante, la socioeconomía sevillana volvió a reactivarse como consecuencia de varios factores. El primero de todos, la bonanza económica nacional; el segundo, el mejor aprovechamiento de las posibilidades de expansión ofrecidas por las nuevas infraestructuras; el tercero, los recursos aportados por el turismo, apoyado en factores nuevos, como el Ave e Isla Mágica, como complementos del patrimonio histórico y artístico de la ciudad y su entorno.

La nueva estructura socioeconómica sevillana, iniciada a principio de los años ochenta y consolidada por efectos de la Exposición Universal de 1992, que también aportó nuevas y decisivas circunstancias, podemos sintetizarla en los siguientes enunciados: Territorio.- De hecho, gran parte de la nueva población que trabaja en la capital, reside en los pueblos del alfoz, donde se han registrado aumentos censales muy elevados. El término municipal sevillano es muy limitado y apenas si pudo acoger a las nuevas barriadas surgidas entre los años 1962-1975, algunas de ellas localizadas en el término de Dos Hermanas. La expansión residencial comenzó a controlarse desde la entrada en vigor del Plan de Ordenación Urbana de 1963, después del fracaso de las normas establecidas en el Plan de 1946. No obstante, aún quedan zonas urbanizadas sin control municipal, con más de un cuarto de siglo de antigüedad. El aumento enorme del parque de vehículos ha desbordado todas las previsiones. En la ciudad coinciden los vehículos de los residentes y los de quienes vienen diariamente a trabajar, al margen de los transeúntes y turísticos. El fracaso del proyecto del tren metropolitano, iniciado en 1968 y aún sin resolver; la falta de adecuados sistemas de transportes entre la ciudad y el área metropolitana, así como en la misma urbe entre el casco antiguo y las barriadas de la periferia, condicionan la circulación de vehículos y la estabilidad de la zona centro, donde se están produciendo despoblación residencial y daños medioambientales. Sin duda alguna, los dos hechos más trascendentes del urbanismo sevillano de finales del siglo XX, han sido la liberación del cerco ferroviario que estrangulaba a la ciudad e imposibilitaba su expansión natural, y el reencuentro de la población con el río Guadalquivir. Durante más de medio siglo, el "cinturón de hierro" fue una preocupación constante de los escritores costumbristas, sobre todo Joaquín Romero Murube, Santiago Montoto, Gil Gómez Bajuelo, José Andrés Vázquez y otros. El paseo fluvial entre Chapina y San Jerónimo es uno de los más hermosos de Europa. Al mismo tiempo, la recuperación del cauce en la zona de Chapina y el corte en San Jerónimo, han creado una dársena de agua de nivel controlado apta para diversas actividades deportivas. Las autoridades municipales, provinciales y autonómicas promueven la celebración en el Guadalquivir de eventos deportivos nacionales a internacionales, como los Campeonatos del Mundo de Piraguas. Las zonas residenciales periféricas han saturado prácticamente el suelo urbano disponible, después de construirse en los últimos treinta años cerca de doscientas barriadas. La más emblemática y extensa ha sido la conocida como Sevilla Este, que en realidad es una nueva ciudad. En este sector de la ciudad, el contraste con el resto es evidente tanto en el trazado urbano, con anchas y largas avenidas; los tipos de edificios residenciales, las amplias zonas verdes; los edificios públicos, como el Palacio de Congresos y Exposiciones; el sector servicios, con modernos hoteles, hipermercados, Feria de Muestras, etc. En el centro de la ciudad, en el primer anillo del "casco histórico", está acentuándose la despoblación residencial en favor de la eventual propia de la expansión del sector servicios.

Sociedad.- Se han producido modificaciones sociales muy acentuadas durante el último cuarto de siglo, con dos hitos importantes. El primero fue el comienzo de la Administración Autonómica, y el segundo, con motivo de la Exposición Universal de 1992. Como en los mejores tiempos del Renacimiento del primer tercio de siglo, la inmigración selectiva provocada por las nuevas perspectivas sevillanas ha ocupado puestos de responsabilidad tanto en las Administraciones Públicas estatales, autonómicas, provinciales y locales, como en el sector privado. Puede afirmarse que se ha producido una transformación positiva en la vertebración ciudadana, aunque se mantengan algunos sectores selectivos vinculados a la "sociedad cerrada" del pasado. Aunque en la última década del siglo XX ha comenzado a modificarse la estructura familiar tradicional, en Sevilla y el resto de la Comunidad Autónoma se mantienen dos circunstancias ancestrales. La primera es la juventud de la población, con altos porcentajes de personas con menos de veinticinco años, de los más elevados de España. Y el segundo es el número de hijos por núcleos familiares, también de los más altos del país.

Sociología.- Se mantienen las costumbres ancestrales, como la Semana Santa, la Feria y el Rocío, sin duda las más indicativas de la idiosincrasia sevillana, pero también se han registrado incorporaciones foráneas a las Hermandades y Cofradías y sistemas de casetas feriales colectivas. Las incorporaciones de gentes de fuera de Sevilla a las costumbres tradicionales locales, siempre fueron en Sevilla un factor de enriquecimiento y convivencia social. Asimismo se han producido cambios en los sectores de ocio, incorporándose las clases medias y obreras de alta cualificación a las actividades náuticas, cinegéticas y de nieve. La inmigración antes citada, representa en Sevilla un factor de integración social muy importante, sin duda más intenso que en otras partes de España. Un tercio de la población que reside en la capital y su alfoz, ha nacido casi mayoritariamente en otras provincias andaluzas, con el complemento de la procedente de otras regiones españolas más el extranjero. Debe subrayarse que ninguna persona nacida en otro lugar, tiene el menor problema de rechazo social en Sevilla. Es una tradición mantenida desde los tiempos del Repartimiento de Fernando III.

Economía.- En este sector es donde más evidente son los cambios producidos durante el último cuarto de siglo, y sobre todo durante el último lustro. De una economía basada en la agricultura y ganadería, poca industria básica y manufacturera, modesta presencia inmobiliaria y constructora, comercio y servicios en general, se ha pasado a tener ingresos prioritarios procedentes del funcionariado y el turismo, seguido de los restantes servicios y de las transferencias del Estado y de la Unión Europea. Al mismo tiempo, se ha producido la colonización de gran parte de las empresas y de los poderes de gestión tradicionales. Esta circunstancia se aprecia en los sectores de distribución de productos alimenticios, banca, medios de comunicación, constructoras e inmobiliarias, turismo, hostelería, etc. Las contrapartidas positivas de la colonización o dependencia del exterior de la provincia e incluso de la región andaluza, han sido superiores a los efectos negativos. La más importante es la expansión del moderno empresariado junto a la actualización del tradicional. Tanto las corporaciones empresariales como los organismos públicos, aceptan que la empresa andaluza ha logrado el actual auge de la economía regional. Un dinamismo empresarial que cruza las fronteras provinciales y actúa en otras regiones españolas e incluso el extranjero. Otro factor positivo es la presencia de capital foráneo en la mayoría de los grandes proyectos empresariales, especialmente en el sector servicios, con preferencia en las actividades turísticas y de ocio, y de alimentación y grandes almacenes.

Administraciones Públicas.- La creación de la Junta de Andalucía, el Parlamento de Andalucía, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, y una serie de organismos y empresas paraestatales, propios de la capitalidad autonómica, ha fomentado un tipo nuevo de sociedad que ocupa los poderes fácticos de la sociedad sevillana, al margen de las grandes familias tradicionales. Las inversiones públicas han sido determinantes de la nueva imagen de la ciudad y la provincia. Estado, Junta de Andalucía, Diputación Provincial y Ayuntamientos, han actuado en la capital, el área metropolitana y parte de la provincia en proyectos conjuntos de infraestructuras que han supuesto cambios positivos trascendentales. Durante las décadas de los años ochenta y noventa, se ha avanzado más que en el resto del siglo anterior, en carreteras, puentes, rehabilitación de edificios singulares, servicios públicos en general, enseñanza, expansión cultural, etc. La imagen nueva de la ciudad sobresale en las infraestructuras de comunicaciones, con las rondas interiores y la S-30. En los magníficos edificios de las estaciones de ferrocarriles y autobuses. En el aeropuerto, uno de los edificios emblemáticos de la ciudad del siglo XXI. En las mejoras del abastecimiento de agua y de las redes de saneamientos. En la ordenación de las márgenes del Guadalquivir y en los nuevos puentes. En los modernos edificios de la Isla de la Cartuja. En las restauraciones de edificios emblemáticos de la arquitectura regionalista sevillana y su recuperación para uso público. A finales del siglo XX estarán disponibles el Estadio Olímpico y el nuevo campo de fútbol del Real Betis Balompié. Dos obras de infraestructuras civiles con positivos impactos en los sectores deportivo y de servicios, que representan inversiones multimillonarias. La ciudad ofrece mejoras urbanas en zonas necesitadas de rehabilitaciones y recuperación social, como la Alameda de Hércules y su entorno, donde la Casa de las Sirenas es ya una espléndida realidad. Estas tareas están realizándose con ayudas de la Unión Europea, como los proyectos Urban y Pomal. Gracias a estos apoyos se han recuperado zonas urbanas y verdes, como el Prado de San Sebastián, la antes citada Alameda y su entorno, la Buhayra, los parques de San Jerónimo y Miraflores, y otros sectores. Al final del siglo XX, Sevilla se ha consagrado como ciudad de asambleas y congresos, como ciudad del deporte y está en trance de ser también ciudad de la música y del ocio. En la zona portuaria está en trámite la instalación del más moderno acuario de Europa. Las dotaciones deportivas y culturales han registrado avances inéditos. En 1998, Sevilla cuenta con once bibliotecas públicas, más otras tres en construcción; con doce centros cívicos y otros tres en construcción; con sesenta y seis centros deportivos, once de ellos grandes instalaciones polideportivas, además de cinco en construcción. Asimismo se han generalizado por la mayoría de las barriadas los talleres culturales. La ciudad del futuro necesita de un nuevo Plan de Ordenación Urbana y de la activación del Plan del Area Metropolitana. A poco más de un lustro de la Exposición Universal de 1992 y de la entrada en servicio de la SE-30, ya existen zonas saturadas que requieren mejoras, como los accesos por Tablada y el puente del V Centenario. Están en construcción los nuevos accesos a la ciudad por la carretera de Cádiz, con enlaces por la SE-30. Asimismo será reformada la carretera entre el Aeropuerto y la Cartuja. La idea de un nuevo cinturón de comunicaciones, la SE-40, toma cada vez mas fuerza, sobre todo en el Sur y Suroeste de la ciudad. Otros proyectos inmediatos son los relativos al traslado del recinto de Feria de Abril, la utilización de la antigua dehesa de Tablada y de las zonas del Charco de la Pava y la antigua Haza del Huesero, así como las márgenes del río entre el puente de Las Delicias y la Punta del Verde. Decidir el futuro de las zonas industriales en la margen derecha, donde grandes empresas como Astilleros Españoles y Abonos Sevilla ocupan enormes extensiones de terrenos.

Religión.- Las Hermandades y Cofradías de Sevilla forman sin duda alguna, la más caracterizada vertebración social ciudadana. Además han registrado durante las dos últimas décadas un auge extraordinario en número de hermanos y de actividades corporativas, con impactos positivos en la industria artesanal anexa. Contrasta el esplendor de la Iglesia sevillana de base con la pérdida del tradicional cardenalato de la Silla Hispalense.

Cultura.- En paralelo con la expansión económica y social de Sevilla, las actividades culturales se han multiplicado. Una serie de Fundaciones, como nunca existieron en la ciudad, mantienen convocatorias de premios, exposiciones, conciertos, ayudas universitarias y profesionales. Una labor magnífica que se une a la que desarrollan varios Colegios Profesionales, las Corporaciones municipales y provincial, la Junta de Andalucía a través de sus organismos, y las Reales Academias de Medicina, Bellas Artes y Buenas Letras; círculos como el Ateneo, el Labradores y el Mercantil e Industrial. Premios literarios y de pintura, editoriales públicas y privadas, ayudan a conformar un mundo cultural sin precedentes. Centro básico de la expansión cultural es el Teatro Maestranza, sede de prestigiadas temporadas de ópera, más otras salas menores especializadas en teatro de ensayo y música experimental. Asimismo la atención al folclore tiene en la Bienal de Flamenco, que ya supera las diez ediciones, una base acreditada de expansión y valoración adecuada.

En definitiva, Sevilla está viviendo los años finales del siglo XX con esperanza y razonable confianza en sus posibilidades de gran metrópolis del año 2000. Un tiempo de renacimiento en todas las actividades socioculturales y económicas, similar al que experimentó durante el primer cuarto de siglo, gracias a la Exposición Iberoamericana. En los umbrales del siglo XXI, ha sido la Exposición Universal de 1992 y sus consecuencias anexas las que han creado un positivo ambiente de futuro.

©Nicolás Salas [1999]


 
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